Murciélagos
cubiertos
con
el cuero de tus párpados.
Ellos,
envidiando a los caballos
que
habitan en mi pecho
por
llevar vestidos con vuelo
cosidos
con la seda que extrajeron
de
los gusanos de tu estómago;
éstos,
pegados a tus lunares,
como
si de parejas de bailarines
se
tratase.
Porque
nosotros no supimos
cosernos
las alas al fracaso,
pero
caímos del precipicio
cogidos
de la mano
y
nos bebimos el océano de un trago;
dejando
el aroma de nuestros labios
en
todas las costras que el mar
no
se supo curar.
Así
que si preguntan por nosotros,
no
hablaremos de los perros y los peros
que
quisieron extinguirnos,
callaremos
como sabios
que
no tienen ni puta idea del amor
pero
saben que se amaron como locos
el
uno sin el otro.