Recoge
su pelo con una coleta
donde
guarda toda su tristeza de estar por casa.
Camina
con el recuerdo colgado de la blusa
desabrochada
por su tormenta.
Lima las
flores para que crezcan menos muertas
que las
personas con las que no cruza su mirada.
Riega su
cerebro con literatura
y defeca
todas las fórmulas que le enseñan:
ninguna
la puede aplicar a su vida.
Sus
dedos huecos suspiran
que
nadie venga a la hora de correrse,
que los
ojos le vuelan si abre la boca.
Que la
boca le huele a espinas,
y de
tanto contradecirse van
a salir
raíces de sus mentiras.
Ojalá
nadie le vende las manos,
ni le
pinte alas, ni le saque de su realidad.
Es
demasiado suya como para ser de nadie.
Es
demasiado nadie como para ser suya.