domingo, 19 de abril de 2015

Rutina.

Recoge su pelo con una coleta
donde guarda toda su tristeza de estar por casa.
Camina con el recuerdo colgado de la blusa
desabrochada por su tormenta.
Lima las flores para que crezcan menos muertas
que las personas con las que no cruza su mirada.
Riega su cerebro con literatura
y defeca todas las fórmulas que le enseñan:
ninguna la puede aplicar a su vida.

Sus dedos huecos suspiran
que nadie venga a la hora de correrse,
que los ojos le vuelan si abre la boca.
Que la boca le huele a espinas,
y de tanto contradecirse van
a salir raíces de sus mentiras.

Ojalá nadie le vende las manos,
ni le pinte alas, ni le saque de su realidad.
Es demasiado suya como para ser de nadie.
Es demasiado nadie como para ser suya.