miércoles, 3 de junio de 2015

Todo es lo que no parece.

    Me enamoré del rincón de pensar en la muerte hace ya mucho. Antes que Alejandra, antes que el vértigo y las nauseas. Durante las pesadillas: pequeñas e insufribles torturas que te dejan el alma como camisa de fuerza.
Las rejas son los dientes sangrados de aquel que más quieres, moribundo y sonriente. Y desde ahí todo ha sido un avión que acaba de despegar con una ala rota y un motor que no late. Todos saben que me voy a estrellar antes de tocar el cielo, pero tú estás dentro. Tan dentro que no me importará ascender un poco más y morir en el intento de llegar hasta el infierno.
    Y mientras todos observan el espectáculo, mis lágrimas dicen que basta. Que ya basta de sentir que los demás están por encima de mí. Todos, al fin y al cabo, moriremos antes del momento en el que vayamos a morir. Yo estoy esperando impaciente a la risa que me viene siempre que digo siempre, sabiendo que no hay nada eterno. Que todo es cuestión de esperar a que pase el tiempo es la mentira más fea que he dejado entrar en mi cama, prefiero eso de darle cera al fuego y dejar que prenda hasta perder su forma y mi semejanza. El reflejo es el mejor enemigo del hombre; yo me rompo en los espejos de quien sueña alto.

    Si tú me dices ven, yo entierro mis pies en lodo y aquí no ha pasado nadie, salvo mis monstruos.